sábado, 25 de junio de 2016

¿INTEGRAR O INCLUIR?


El tema que más me ha movilizado del curso es la diferencia entre los términos incluir e integrar en la práctica educativa. Esta pregunta venía dando vuelta en mi cabeza desde hace un año aproximadamente, cuando en una reunión de colegas, en el colegio de psicopedagogos, decidieron remplazar el término integrar por incluir. Invitando a todas las presentes, recientemente recibidos, a utilizar la palabra INCLUIR, para referirnos a los Proceso de Integración Escolar. Es a partir de ese momento que comencé a investigar sobre la diferencia de los términos, ya que para mi eran sinónimos.
El abordaje que se hizo en el curso MI sobre esta temática me permitió ampliar conceptos, aclarar dudas y hacerme nuevas preguntas.
Una escuela integradora se caracteriza porque el proceso de adaptación, fundamentalmente, está centrado en el diagnóstico del niño con NEE. Habitualmente estos niños deben adaptarse a los sistemas que ya existen. Se hacen cambios superficiales, con el foco puesto en las personas con discapacidad.
En el caso de la escuela inclusiva, su foco esta puesto en mejorar las condiciones de aprendizaje de todos los alumnos, proponiendo y resolviendo dificultades, a través de la cooperación y el compromiso de todos los actores involucrados en el PIE. Las transformaciones en la modalidad de educación apuntan a mejorar y lograr la equidad en el aprendizaje para la totalidad del alumnado.
En el primer modelo de escuela, la inserción de los niños con NEE suele ser parcial, condicionada, y está basada en los principios de igualdad y competición. En el caso de la escuela inclusiva, la inserción es total e incondicional, y se basa, en los principios de equidad, cooperación y solidaridad (valoran las diferencias, como oportunidad de enriquecimiento de la sociedad).
Con una escuela inclusiva se trata de lograr el reconocimiento del derecho que todos tienen, tanto a ser reconocidos (ser comprendidos en su singularidad), como a reconocerse a sí mismos como miembros de la comunidad educativa a la que pertenecen, cualquiera que sea su medio social, su cultura de origen, su ideología, el sexo, la etnia o situaciones personales derivadas de una discapacidad física, intelectual, sensorial o de la sobre dotación intelectual. En esta escuela que se propone, el desarrollo de la convivencia se realiza a través del diálogo. Los conflictos se transforman en una oportunidad para el desarrollo personal y social, porque permite la aproximación entre los agentes en conflicto y el desarrollo de su aprendizaje.

Tomaré una frase del curso muy significativa a la hora de pensar en la escuela inclusiva:
“La inclusión no es un acto de tolerancia sino un espacio de construcción social”.
Para mejorar el sistema de educación actual es necesario comenzar a pensar en políticas de inclusión. La escuela debería ser el lugar fundamental donde se forjen los cimientos necesarios para favorecer a la construcción de una sociedad que dé respuesta a la diversidad humana.
Tomando otra de las frases del curso continuaré desarrollando la temática:
“¿Toleramos que “el diferente” sea parte de un espacio ya construido o construimos un nuevo espacio común con lugar para todos?”
Desde la escuela se debe enseñar a valorar y respetar lo diverso a través de acciones educativas que favorezcan la participación de todos los alumnos que forman parte de la institución escolar, dando respuesta a todas las necesidades de los mismos, a fin de promover la unidad y el aprendizaje de aceptación de lo diferente.
Esta frase me sirve como disparador para compartir una experiencia que tuve con un niño de primer grado que asistía a una escuela rural. La demanda de atención de una maestra integradora surgió desde la institución, la cual solicitó a los padres del niño que realizaran los trámites correspondientes debido a importantes problemas conductuales y de rendimiento académico. Si bien tuve la oportunidad de trabajar con este niño los dos últimos meses del año, fueron sumamente intensos, ya que me tocó intervenir en una escuela que se caracteriza por tener una actitud poco tolerante por lo diferente.
Luego de un tiempo de trabajo, pude observar una serie de cuestiones que me permitieron analizar que estaba frente a una escuela integradora pero no inclusiva.
Durante el tiempo que me desempeñe como MI me toco trabajar con una comunidad educativa que permanentemente ponía el foco en las dificultades de aprendizaje y conductuales del niño. Sólo se enfocaban en sus limitaciones, como un obstáculo en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Su ingreso significó un desequilibrio en el sistema de enseñanza de la escuela, lo cual implicaba generar algunos cambios que sólo fueron superficiales.
El logró ser integrado, se le permitió ser parte del espacio de aprendizaje con una modalidad de enseñanza poco flexible. Si bien recibió las adaptaciones correspondientes no se tuvo en cuenta su singularidad como sujeto de aprendizaje, sólo se buscaba ajustar sus posibilidades a un modelo de enseñanza ya existente.
En este caso particular se logro la integración pero no la inclusión. Fue aceptado pero no reconocido, ni tampoco permitieron que él pueda reconocerse como miembro del grupo.

La educación inclusiva debe ser algo más profundo que aceptar o integrar a un niño con necesidades educativas especiales en una escuela común, es algo más que una adaptación de la currícula, es una forma de mejorar la calidad de vida en donde la educación juega un papel específico y primordial en la enseñanza de valores destinados a construir una sociedad basada en la cooperación, solidaridad y compromiso real, no sólo para con las personas con discapacidad, sino para todos los actores que pertenecen a la comunidad educativa.

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